Charles
Nodier había vivido, durante una etapa de su vida, en Liubliana, que
era la capital de las Provincias Ilíricas (que, hoy en día, es
Eslovenia), donde había logrado conocer varias leyendas de las
tierras eslavas. Cuando volvió a París, tras la caída del
histórico Napoleón Bonaparte, decidió ocuparse a la difusión de
las mismas, gracias a un pequeño volumen, que tituló
“Infernaliana”, en el año 1822. Y, es que la moda de los
vampiros, en tierras francesas, debe mucho a la Disertación, que
realizó el abad Calmet, un ensayo que trataba los rumores, sobre los
vampiros y los muertos vivientes, de Europa Central y Oriental, que
se publicó en el año 1746. Prosper Mérimée, en el año 1827,
llega a publicar La Guzla, un volumen donde recopila múltiples
leyendas, con un capítulo especial sobre el vampirismo. Théophile
Gautier logra describir en La muerta enamorada (1836), a la mujer
vampiro viéndola como una mujer fatal, un elemento que se repite en
varios poemas y escritos, a posteriori. Otro autor, que decidió unir
a la moda, que existía en Europa, sobre este género literario, es
Alexandre Dumas padre, que apuesta por él, en el célebre estreno
del Vampiro de Nodier y Carmouce en el Théâtre de la Porte Saint-
Martin, en el año 1820. Dumas padre, en el año 1849, llegó a
publicar La dama pálida, donde llega a describir un castillo, que se
encuentra en los montes Cárpatos, donde vivía un vampiro, en medio
de una historia novelesca, que, en distintas reimpresiones, fue
perdiendo fragmentos.
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