En
el folclore de los pueblos eslavos del sur, se pensaba que un vampiro
debía pasar por distintas etapas, a lo largo de su desarrollo. Los
primeros 40 días se consideraba que eran decisivos, a la hora de la
creación de un nuevo vampiro, que comenzaba, únicamente, como una
sombra invisible que, de manera gradual, se iba a fortalecer gracias
a la sangre que había logrado succionar. Formaba, de esta manera,
una especie de masa gelatinosa y deshuesada, que iba a evolucionar
hasta llegar a la creación de un nuevo cuerpo humano, que sea casi
idéntico, al de la persona había tenido, durante su vida. Esta
evolución va a permitir a la criatura poder abandonar su tumba y
empezar una nueva vida. El vampiro, que era, en términos generales,
de sexo masculino, era, por otro lado, muy activo sexualmente y podía
llegar a tener hijos, ya sea con su nueva esposa o con su viuda.
Estos hijos, que recibían el nombre de dhampiros, en lengua romaní
o vampirovic, en idioma serbio, podrían llegar a convertirse en
vampiro, pero, por otro lado, también, tenían la habilidad de poder
ver y matar a los no muertos, por lo que solían convertirse en muy
eficaces cazadores de vampiros. Este mismo talento se suele atribuir
a las personas, que han nacido en un sábado, que se llaman
sabbatarios, en lengua búlgara, sabotnichav y, en lengua griega,
sabbatianoí.
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