Dentro
del folclore griego, nos encontramos que el vampirismo podía
aparecer a través de distintos medios, por ejemplo, al ser
excomulgado, al profanar una determinada fiesta religiosa, tras haber
llevado a cabo un gran crimen o al morir en soledad. Otras causas,
que podrían llevar a que un hombre se convirtiese en un vampiro,
puede ser que un gato saltase sobre la tumba, que comiese carne de
una oveja, que había muerto por el ataque de un lobo o ser
maldecido. Se pensaba que los vrylokakas no se podrían distinguir de
las personas vivas, lo que ha dado lugar a numerosos cuentos
populares, sobre dicho tema. Las cruces y el antidoron (que era una
especie de pan bendito) de la Iglesia Ortodoxa Griega eran remedios
muy exitosos, para poder protegerse. Por dicha razón, para poder
evitar que los vampiros pudieran surgir de los muertos, sus corazones
eran traspasados con clavos, que eran de hierro, mientras, todavía,
estaban en sus tumbas o sus cuerpos eran quemados y las cenizas eran
esparcidas. Ya que la Iglesia Ortodoxa Griega estaba en contra de la
quema de personas, que hubieran recibido el crisma, durante el rito
del bautismo, la cremación era vista como el último recurso.
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