Eso
sí, la mayor contribución de Byron, dentro de la historia del
género de los vampiros, tuvo mucho que ver con su obra literaria,
que con la idea de la dramatización de su vida. Una noche de verano,
del año 1816, mientras estaba pasando una temporada en Villa
Diodati, muy cerca del largo Ginebra, acompañado por Percy B.
Shelley, Claire Clairmont, Mary Godwin y, sobre todo, John William
Polidori, su biógrafo, secretario y su médico privado, Byron llegó
a desafiar a los presentes, a que escribieran historias de fantasmas.
Gracias a este juego, que había sido espontaneo y sin orden, Byron
terminó por convertirse, gracias a una serie de equívocos y
desplazamientos, al mismo tiempo, un autor apócrifo y el
protagonista, más importante, del primer cuento de vampiros, dentro
de la literatura de Europa. La historia de Byron, que no logró
terminar, era un misterioso relato sobre el extraño destino de un
aristócrata, que se llama Augustus Darvell, durante su viaje por
Oriente. John William Polidori decidió tomar este relato de Byron,
lo extendió y logró completarlo, formando la base de la obra “El
Vampiro” (1819)
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