viernes, 11 de mayo de 2012

La importancia de la edición de Drácula



En 1897 se publica Drácula, la obra del escritor irlandés Bram Stoker, que es considerada la obra cumbre de toda la literatura de vampiros, reuniendo, en una misma historia, todos los elementos que se encuentran en los libros de vampiros, que se publicaron a lo largo de todo el siglo XIX, formando un conjunto coherente y formando una unidad. En la susodicha novela, el vampirismo es visto como una enfermedad sobrenatural, (o sea, una especie de posesión demoníaca, que se contagia), con muchas insinuaciones eróticas, sangre, muerte y un estilo que nos dirige al estilo victoriano, donde las enfermedades, como la tuberculosis y la sífilis eran ya conocidas y la gente las temía. Una década antes, en el año 1888, Jack el destripador y sus asesinatos de mujeres, que ejercían la prostitución, habían creado que la sociedad estuviera proclive a los relatos, donde la sangre era la protagonista. El nombre del Conde Drácula (en un primer momento, Stoker había pensado en llamarle Conde Wampyr o Conde de Ville, pero, como eran nombres muy obvios, el escritor decidió cambiarlos), fue inspirado por un personaje que existió, realmente, y que pasó a la historia, Vlad III Draculea, que también era conocido como Vlad (El Empalador), un importante voivoda valaco, que vivió durante el siglo XV. Pero, a pesar de lo que se pensaba, en un primer momento, entre el personaje creado por Bram Stoker, y el personaje real, nos encontramos con diferencias, que son bastante importantes.
Foto: fuente

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