En
1897 se publica Drácula, la obra del escritor irlandés Bram Stoker,
que es considerada la obra cumbre de toda la literatura de vampiros,
reuniendo, en una misma historia, todos los elementos que se
encuentran en los libros de vampiros, que se publicaron a lo largo de
todo el siglo XIX, formando un conjunto coherente y formando una
unidad. En la susodicha novela, el vampirismo es visto como una
enfermedad sobrenatural, (o sea, una especie de posesión demoníaca,
que se contagia), con muchas insinuaciones eróticas, sangre, muerte
y un estilo que nos dirige al estilo victoriano, donde las
enfermedades, como la tuberculosis y la sífilis eran ya conocidas y
la gente las temía. Una década antes, en el año 1888, Jack el
destripador y sus asesinatos de mujeres, que ejercían la
prostitución, habían creado que la sociedad estuviera proclive a
los relatos, donde la sangre era la protagonista. El nombre del Conde
Drácula (en un primer momento, Stoker había pensado en llamarle
Conde Wampyr o Conde de Ville, pero, como eran nombres muy obvios, el
escritor decidió cambiarlos), fue inspirado por un personaje que
existió, realmente, y que pasó a la historia, Vlad III Draculea,
que también era conocido como Vlad (El Empalador), un importante
voivoda valaco, que vivió durante el siglo XV. Pero, a pesar de lo
que se pensaba, en un primer momento, entre el personaje creado por
Bram Stoker, y el personaje real, nos encontramos con diferencias,
que son bastante importantes.
Foto:
fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario