Las novelas de vampiros están llenas de símbolos, tanto religiosos como mitológicos. El primero y, tal vez, más importante es el de la sangre. Simboliza el alma, la fuerza vital, algo muy básico en muchas religiones, como puede ser la cristiana. La sangre era considerada como la vida. Cuando un vampiro bebe la sangre de sus pobres victimas, consume su propia energía, sin necesidad de emplear la violencia; pues, en muchas ocasiones, ni las propias víctimas no se dan cuenta del ataque. Desde un punto de vista psicoanálitico, la imagen de la mordedura de un vampiro, tiene más que ver con la violencia. También, se considera que los colmillos, la estaca -que es visto como un símbolo totalmente fálico- o la muerte del propio vampiro, es una sublimación del narcisismo y tiene que ver con la idea de la castración. Igualmente, nos encontramos con la idea del hombre y de la mujer, sin ningún tipo de atadura moral, en una sociedad en la que no nos encontramos con diferencias. Aparecen como seres libres, que giran sobre su propia libido, que sólo mueren bajo el símbolo con mayor peso: la cruz.
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