domingo, 22 de abril de 2012

Vampiro y literatura (V)



En el año 1797, Johann Wolfgang Goethe publica La Novia de Corinto, que es una expresión del conflicto que existía entre el paganismo y el cristianismo. Los familiares de una mujer muerta, en la historia, son cristianos, mientras que el joven y sus parientes son paganos. Para poder escribir su historia Johann Goethe se basó en un episodio, que formaba parte del “Libro de los Prodigios” de Flegón de Tralles, que fue un autor griego del siglo I d. C, donde se trataba la historia de Filinea, una preciosa joven que, un tiempo después de haber sido enterrada, fue sorprendida en la cama de un extranjero, que se llamaba Macates. En la versión, que escribió Goethe, presenta ciertos puntos de contacto con el argumento de “La religiosa” de Diderot, que fue publicada en el año 1796, la chica joven de pena, ya que sus padres no le dejan que se case y quieren encerrarla en un convento, como solía suceder en aquella época. Para poder vengar la felicidad, que le habían quitado, decide abandonar por las noches el sepulcro, presentarse en la habitación de su amado y, tras hacer el amor con él, como nunca lo había hecho en vida, lo convierte en vampiro. Cuando la descubren, la muchacha vuelve a la muerte y sus parientes logran romper la maldición, quemando su cuerpo fuera de las murallas de su ciudad.
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Vampiro y literatura (IV)



Estas primeras baladas suelen tener una temática amorosa y nos encontramos con personas que regresan de la tumba, para poder visitar a sus seres queridos y provocarles la ruina, de una manera u otra. No nos encontramos con un “contagio” vampírico como una magia póstuma, sino que viene producida por unas maldiciones o juramentos, que no se llegaron a cumplir, los que han provocado la aparición de los no muertos. En cierta manera, se trata de una gran influencia por parte de “la Danza de la Muerte” medieval, en la que vienen a buscar a personas vivas, sin tener en cuenta, ni su situación, ni su posición en la sociedad, de la época. Después, aparece Gottfried August Burger, el creador de la famosa “balada artística” alemana, que es uno de los ejemplos más importantes y relevantes del movimiento conocido como Sturm and Drang, quien va a realizar el primer tratamiento literario sobre la superstición del vampirismo. En Lenore, el poeta que se publicó en el año 1773, trata la historia de una joven que, al terminar la Guerra de los Siete Años, se angustia al no tener noticias de su amado y en su desesperación, toma la decisión de renegar de la Providencia. En plena medianoche, su puerta es golpeada por un caballero. Lenore desciende y reconoce a su novio, Wilhelm, que viene a buscarla, para poder casarse con ella. Él la sienta en la grupa de su caballo y los dos amantes galopan, de una manera vertiginosa y loca, a la luz de la luna.
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Vampiro y literatura (III)



Pero, más allá de la superstición popular, sobre lo que era un vampiro, nos encontramos con las tradiciones folclóricas, que nos encontramos en Europa Occidental, donde había un ambiente, muy propicio, que favorecía que la leyenda se perpetuase. Nos encontramos con baladas y canciones, que eran anónimas, que ya evocaban sus hazañas en las tierras de los países de Europa Oriental, cuando la histórica revista científica alemana Der Naturfoscher, que era editada en Leipzig, por parte de Christlob Mylius, que logró consagrar, en el año 1748, en un número, al fenómeno que se conocía como “vampirismo” y que publicó, al lado de una traducción de la “Carta 125” de Marqués d´Argenes, un poema, en lengua alemana, de Heinrich August Ossenfelder, que es considerado, hoy en día, el primer texto literario, que lograba abordar el tema de los vampiros, pero dentro de los cánones de la poesía popular. Eso sí, el vampiro no buscaba referirse, en todo caso, la historia de ningún muerto viviente, sino la de un valiente amante que, tras haber sido rechazado por una joven muy piadosa, la amenaza, de una manera muy pícara, con convertirla en un vampiro, como ha hecho con los campesinos de Hungría y vengarse de su amada, visitando su habitación, por la noche, para poder demostrarle que su amor era mucho más fuerte que las enseñanzas cristianas, que había recibido por parte de su madre.
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Vampiro y literatura (II)



Si hablamos de la figura del vampiro, en el arte de la literatura, no podemos olvidarnos de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu, que fue muy influyente, dentro del género, así como para poder perfilar lo que es la imagen del vampiro gótico. Pero, sin duda, la gran obra maestra y la obra más completa, dentro del género, es Drácula de Bram Stoker (1897). A partir del siglo XX, las historias de vampiros se hicieron muy populares, se fueron diversificando. Incluso, se fueron aportando nuevos elementos, entre los cuales nos encontramos con algunos, que son de otros géneros, como son las novelas de suspense, ciencia ficción, fantasía y otro tipo de géneros, que eran mucho menos habituales. No sólo nos encontramos con las tradicionales criaturas no muertas, que eran bebedoras de sangre, el vampirismo fue extendiéndose, hasta llegar a otros seres como son los alienígenas o, en algunos casos, en animales. En algunas obras, los “vampiros” de ficción se llegan a alimentar de energía vital, que reemplaza la función de la sangre. La literatura del vampiro hunde sus raíces en la histórica “fiebre del vampirismo” que se vivía en Europa, durante los primeros años del siglo XVIII, sobre todo, en el período entre 1720- 1740. En varios ámbitos, se empiezan a circular historias bastante extrañas, sobre exhumaciones de vampiros, ante testigos académicos y jurídicos, que buscan confirmar, en distintos lugares de Europa Occidental, como fueron Peter Plogojowitz y Arnold Paole, en tierras serbias, a lo largo de los años de gobierno de la dinastía de los Habsburgo.
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Vampiro y literatura



Un vampiro, según se indica en varias tradiciones o culturas, en distintos países, es una criatura que se alimenta de la esencia vital, que tienen los seres vivos (normalmente, aparece en forma de la sangre) para poder mantenerse activo. Incluso, en algunas culturas orientales y americanas aborígenes, el vampiro es un dios demoníaco o un dios menor, que forma parte del panteón siniestro, que forma parte de las mitologías. Mientras, en la cultura europea y occidental, como en la mayor parte de la cultura mundial contemporánea, el prototipo de lo que es un vampiro, que es más popular, posee un origen eslavo: el de un ser humano que se ha convertido, tras haber muerto, en un cadáver activo o en un reviniente depredador, habido por chupar sangre.
La presencia de los vampiros en el arte de la literatura ha abarcado un campo literario, que está centrado al rededor de la figura del vampiro y los elementos, que están asociados a los mismos, con distintas variantes. Aunque, en la literatura, nos encontramos con figuras y personajes vampíricos, con rasgos diversos, al cultura oral y la literatura, desde bien antiguo, nos muestra lo siguiente: la primera vez que encontramos el vampiro moderno es en las baladas góticas del siglo XVIII, después, saltó al campo de la novela con The Vampyre de Polidori (1819) y, después, se hizo muy popular como figura de los relatos de terror.
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miércoles, 18 de abril de 2012

Bram Stoker, el padre de Drácula (III)


Una imagen que se hizo épica fue: Lugosi abriéndose la capa y volviéndose a la cámara, con su fascinante mirada de galán diabólico. Pero, Bram Stoker no llegó a ver ninguna de estas películas. No llegó a ver el éxito del personaje que creó. El autor irlandés falleció hace 100 años, el 20 de abril del año 1012. Murió en unas condiciones económicas, que no eran muy positivas y envuelto en un decadencia, en su vida personal. Los tiempos en los que les tocó vivir, no fueron los mejores para los derechos de autor. La leyenda, que le rodea, dice que estaba enfermo de sífilis y que pasó, los últimos días de su vida, sumido en el delirio, señalando, lleno de terror, una esquina de su habitación y repitiendo, una y otra vez, la palabra “strigol”, que, en lengua rumana, significa “vampiro”. También, hay quien piensa que Stoker falleció a causa de un infarto y no era muy sensato pensar que recibió algún tipo de visita, por parte de algún enviado de los Cárpatos. Incluso, llegó a tener mala suerte a la hora de morir. Y, es que falleció cinco días después del hundimiento del Titanic y todos los medios de comunicación estaban centrados en esta tragedia, por lo que su muerte pasó a un segundo plano, a que su muerte apareciese en las zonas menos visibles, en los periódicos.
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Bram Stoker, el padre de Drácula (II)


Cuando se publicó “Drácula” tuvo unas grandes críticas, siendo comparados con los relatos de Poe y con un clásico de la literatura, “Cumbres borrascosas”. Incluso, Arthur Conan Doyle llegó a escribir una carta, muy entusiasta, al autor de esta novela: «Es la mejor historia de 'diabolismo' que he leído en mucho tiempo». Pasaron dos años, hasta que “Drácula” se publicó en Estados Unidos y su éxito se inició, se empezó a vender en grandes proporciones. Algo muy poco frecuente, en esa época: la novela llegó a vender un millón de ejemplares. Pero, la novela no acabó de lograr el peso simbólico, que tiene hoy en día. Al principio, podríamos decir que era un “best- seller” de horro, del estilo gótico; o sea, un éxito de uno de los estilos que mejor se vendían, entre el público, en esa época. Pero, no había nada que se hiciera pensar que Drácula fuera a convertirse en toda una fundación. Casi todos los especialistas coinciden en que el mito de Drácula empezó a nacer, cuando el mito de Drácula dio el salto a la gran pantalla. En el año 1922, Murnau realizó “Nosferatu”, una increíble adaptación de la novela de Stoker, que se caracterizó por ser solapada y haber sido realizada al milímetro. En el año 1931, Tod Browning llegó a ofrecerle el papel del vampiro a un actor desconocido, hasta ese momento: el célebre Bela Lugosi. Entonces, el personaje creado por Bram Stoker empezó a ser icono, de gran relevancia, que conocemos, hoy en día.
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Bram Stoker, el padre de Drácula


Bram Stoker pasó a la historia por ser el creador de Drácula. Pero, en su época, fue un intelectual de prestigio y un autor, con el que logró cierto éxito, en su época. Ahora, se cumplen 100 años desde su nacimiento y, por supuesto, no podríamos dejar de hablar del centenario del creador del vampiro más importante de la historia. Si tenemos que hablar de grandes de la literatura, no podríamos dejar de hablar de los maestros, entre los cuales, se encuentra el propio Bram Stoker. Él creó un personaje, al margen de las grandes obras, que se situaba en lugares de escaso prestigio, como eran las novelas populares o las revistas “pulp”. Creó un conde de Transilvania, que era aficionado a las capas satinadas y a los cuellos femeninos, tan seductores como temblorosos, cuyo nombre causa, hoy en día, mucho espanto y una gran fascinación: el conde Drácula. Hay que remontarse a mayo del año 1897, cuando la editorial de Gran Bretaña Archibald Constable decidió poner en las librerías un volumen de guardas, de color amarillo, en cuya ilustración no había ningún tipo de ilustración. Eso sí, en tipos de color rojo, de tono sangre, podría leerse, sólo, el título y el nombre del escritor: “Drácula” por Bram Stoker. El libro, de manera inmediata, no fue un éxito. Eso sí, tuvo unas críticas increíbles, elogiando la trama.
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jueves, 12 de abril de 2012

Enfermedades que se confundieron con el vampirismo (III)


La anemia tenía una serie de características, que son las mismas que caracterizaban a un vampiro. Así, una persona que sufría de anemia, tenía una piel con una palidez muy severa, además de una fatiga muy intensa, una respiración entrecortada y mucho cansancio, síntomas y signos clínicos que se podrían explicar como una enfermedad, que no tenía que ver con la pérdida de sangre, sino que podría ser una muestra de un cuadro de desnutrición, ya sea por la falta de una alimentación recomendable, a causa de alguna enfermedad o por las carencias, que eran comunes, en un momento histórico, donde en Europa se vivían muchas guerras; pero, no tenía nada que ver con los ayunos, que podrían llevarse a cabo por motivos religiosos, que tenían un objetivo claro: poder purgar los pecados y estar libre del peligro de algunas enfermedades, como podía ser la peste.
-> La rabia. Sin duda, la gran enfermedad que se confundía con el vampirismo. La rabia, era una infección viral del Ssitema Nervioso. Es la gran enfermedad transmisible, que se podría explicar, desde un punto de vista científico, con el mito del vampiro, sobre todo, por que su auge, a lo largo del continente europeto, van a coincidir con las grandes epidemias de dicha afección, a lo largo de los siglos XVI y XVII, sobre todo, en Hungría, a lo largo de los años 1721 y 1728.
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Enfermedades que se confundieron con el vampirismo (II)


Continuamos con otras enfermedades que, a causa del desconocimiento, unido a las ideas religiosas y a la superstición, hizo que las personas creyeran en la existencia de los vampiros, no de una enfermedad, como era en realidad.
→ El carbunco o antrax. Estamos hablando de una enfermedad, que era muy contagiosa, que era capaz de causar graves epidemias, que se producían a causa del Bacillus anthracis, que podía transmitirse de los animales al hombre, que tenían unos síntomas muy parecidos a los de los vampiros. Los afectados de dicha enfermedad sufrían de fiebre alta, una sed muy fuerte, convulsiones, les costaba respirar y sufrían alucinaciones, que eran causadas por la falta de oxígeno, con una sensación de asfixia, que provocaba que pensara que estaba siendo estrangulado a mano de un vampiro.
→ La anemia. Estamos hablando de una enfermedad, que es muy clásica, ya que suele estar asociada con las anteriores, que consiste en una falta en la cantidad o calidad de los glóbulos rojos de la sangre, que se encargan de transportar el oxígeno, por todas las partes del cuerpo. Con estos datos, se explica que se pensara que la afectación tenía lugar entre los vecinos y familiares, que eran cercanos a la persona acusada de ser un vampiro.
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Enfermedades que se confundieron con el vampirismo


A lo largo de los siglos, han existido una serie de enfermedades que, por desconocimiento de las personas, por la falta de conocimientos y por las ideas religiosas, eran confundidas con el vampirismo, como podían ser:
→ La peste. La peste es una enfermedad infecciosa, que es producida por la Yersinia pestis y que es transmitida por las pulgas de las ratas y otro tipo de roedores, lo que hace que sea mucho más fácil que se pueda explicar, que la epidemia de peste, durante la edad media, se pudiera confundir con una epidemia de vampirismo. Este fenómeno, por ejemplo, se describe muy bien, como trasfondo de la historia principal de un vampiro en obras de séptimo arte, como puede ser Nosferatu de Murnau o de Herzog. A lo largo del siglo XIV, sobretodo en la zona de Prusia oriental, Bohemia y Silesia, para poder evitar el contagio de víctimas de la enfermedad, se decidía enterrar a las víctimas, de manera prematura, sin que se hubiera constatado la muerte clínica. Muchas de las víctimas, incluso, eran enterradas vivas, lo que hacía que sufrieran una larga y dura agonía. Se realizaban heridas, a sí mismos, en un intento de escapar de las tumbas, donde eran enterrados. No era raro, de esta manera, que en el momento de la exhumación se encontrasen cadáveres conservados y que tenían manchas de sangre, lo que hacía que la imaginación supersticiosa creara la idea de que tenían la condición de vampiros.
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El vampirismo (II)


Muchos pacientes con este tipo de trastorno han sido diagnosticado por parte de psiquiatras o psicólogos, como un tipo de psicóticos o esquizofrénicos, aunque otros lo consideran como una enfermedad particular con síntomas, signos y patogenia, que son propios, lo que se han llamado como Síndrome de Renfield. En algunos casos, los pacientes, niegan que exista un carácter erótico o una connotación sexual en la experiencia de beber sangre, ya que atribuyen, dentro de su delirio, que su conducta es por la necesidad de poder mantenerse vital y muy activos, solamente, a partir de la sangre, rasgos que muchas personas lo señalan como un síntoma de esquizofrenia de tipo residual o de tipo indiferenciado. En ciertos casos de vampirismo en grupo, no violento, con donadores pasivos, que lo hacen de manera voluntaria, el diagnostico va a ser el sadomasoquismo. Se deben diferenciar los comportamientos sociopáticas y los rituales sangrientos, que va a caracterizar a algunas sectas religiosas, como pueden ser los seguidores de la diosa Kali, en la India.
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El vampirismo


Cuando hablamos del vampirismo clínico, estamos hablando de un trastorno mental, que está caracterizado por la excitación sexual, que está asociado por la necesidad compulsiva de ver, sentir o beber la sangre, existiendo o o, el autoengaño de creer que se es un vampiro. Este trastorno se caracteriza por una serie de sinónimos, dentro del mundo de la medicina:
-Síndrome de Renfield: este nombre se eligió como referencia al personaje enfermo mental y que era un siervo de Drácula, en la famosa novela de Bram Stoker. Hay que recordar que estamos hablando de un comedor compulsivo de moscar y arañas, para poder absorber su fuerza vital.
-Hematodixia y hematodipsia: son términos que se usan, sobretodo, dentro de la comunidad científica o médica, que han sido acuñados y se usan en muchas publicaciones de periodismo pseudocientífico.
-Sanguinarius: es un término que se emplea, de manera fundamental, por parte de los grupos anglosajones, para hablar de personas que practican el vampirismo, no desde la violencia o como una práctica criminal, sino dentro de un contexto de subcultura.
El vampirismo es una clase de parafilia que es poco común, ya que algunos autores la consideran una variación de la necrofilia. Incluso, una práctica de sadismo, ya que algunos individuos chupan la sangre de las heridas que provocan en sus víctimas, en medio de un arrebato sexual. Entonces, también, se puede considerar como una clase de Fetichismo sexual, pues la excitación erótica se encuentra en la facilidad el lograr del orgasmo a través de una sustancia o parte del cuerpo, en particular. En este caso, el fetiche sería la sangre.
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El vampirismo y las enfermedades psiquiátricas


A lo largo de la historia, nos encontramos con diferentes casos documentados, de personas que sentían verdadera atracción por la sangre, lo que hacía que sus conductas se confundieran con las de un vampiro. La compulsión que lo caracterizan sólo se podían explicar, desde un punto psiquiátrico, al no encontrarse un sustrato infeccioso o somático, como en las enfermedades que hemos tratado en otros artículos. La mayoría de los diagnósticos, por parte de los psiquiatras forenses y expertos en criminalistica, eran psicosis y esquizofrenia; a la hora de explicar la conducta vampírica de personajes históricos, que no fueron mitos, sino reales. En la mayoría de los casos, nos encontramos con asesinos en serie, como fue el caballero Gilles de Rais o la condesa Erzsébet Báthory o criminales más contemporáneos. Pero, en los últimos tiempos, hay nuevas propuestas de clasificación, de una serie de transtornos mentales, que están relacionados con la sexualidad o de las parafilias, que hacen que el vampirismo tenga una categoría particular, deslindando y diferenciando este tipo de transtornos, con otro tipo de filias, como son la necrofilia o el sadismo, para poder explicar y describir mejor este tipo de conductas criminales, que estaban motivadas por el placer libidinoso, que estaban derivados por la visión, por el contacto o la bebida de sangre de sus víctimas.
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La porfiria y el vampirismo (V)


Y, terminamos con la última característica de la enfermedad de la porfiria.
Es cierto que la porfiria no va a explicar las epidemias de vampiro, pero se suele asociar con el mito, a causa de su prevalencia entre grupos poblacionales, que son cerrados; o, entre familias endogámicas, a causa de su mecanismo de transmisión genética, que se basan en el derecho de pernada, que era muy frecuente dentro de las sociedades feudales, lo cual provocaba que se transmitiese el material genético del noble señor feudal, que estaba afectado de porfiria, a las familias de sus siervos o del pueblo llano, lo que provocaba varios casos, en el mismo periodo y con bastante frecuencia y que era la explicación de la prevalencia en el entorno familiar del supuesto vampiro. Pero, también, entre las diversas variedades de la porfiria (sobretodo, en el caso de la aguda intermitente, variegata y coproporfiria) se podría desencadenar una crisis, a causa de la ingesta de alcohol o por sufrir un estrés intenso , lo que llevaría a confundirse con el vampirismo, dentro del mundo de las supersticiones y entre las poblaciones crédulas, sobre la existencia de los vampiros.
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La porfiria y el vampirismo (IV)


Continuamos con algunos de los signos de la enfermedad de la porfiria, que hacía que se confundiera con el vampirismo. Así, tenemos otras características:
→ Sufrir intolerancia al ajo. Esta hortaliza, que es un elemento clásico a la hora de destruir a los vampiros, para poder ahuyentarlos, que se suele usar desde antiguo, ya que, siempre, se le ha atribuído grandes propiedades antisépticas, antiparasitas, hipotensivas o expectorantes. Además, una serie de estudios han demostrado que el ajo produce un bloqueo de la coagulación de la sangre, ya que provocan la inhibición de la agregación plaquetaria y uno de los elementos que lo caracterizan, como es el disulfuro de alilo, por su parte, podría provocar la destrucción del grupo Hemo, todo lo cual va a provocar que el enfermo de porfiria se sienta incómodo, si entra en contacto con el ajo.
→ Disociación emocional – mental por parte del paciente: este tipo de porfiria, de forma curiosa, no va a provocar la transformación de la sensación de bienestar, por parte del enfermo, aunque por el tipo de vida, que se ve obligado a llevar, es muy frecuente que se alteren sus facultades mentales, lo que va a poder explicar las obsesiones y crueldades, que se les atribuyen a los vampiros.
Como vemos, es lógico que, durante una época de nuestra historia, los enfermos de porfiria fueran confundidos con vampiros, o algo parecido.
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La porfiria y el vampirismo (III)


Continuamos con algunas de las características que son fáciles de reconocer en las “facies vampíricas”, que es uno de los síntomas que caracterizan a la porfiria.
Además, de todo lo dichos, anteriormente, con la acumulación de porfirinas, en la zona de los ojos, estos adquieren un color rojizo y en los dientes puede aparecer lo que se conoce como eritrodoncia, que es por el depósito porfírinico en la dentina.
→ Palidez extrema y ansiedad, a causa de la sangre: los defectos, en la producción de hemoglobina, va a producir anemia, con toda la sintomatología que lo caracteriza, de lo cual hay que destacar la palidez, en términos generales, tal y como puede leerse en cualquier obra clásica, que trate el mundo de los vampiros. Un tratamiento, a la hora de poder hacer frente a la anemia, son las transfusiones de sangre o del grupo Hemo, que no sólo sirven para poder mejorar la anemia, sino que son capaces de frenar la producción de porfirinas y muchos piensan que esta es la razón por la que, muchas personas afectadas por esta enfermedad, sientan verdadera ansiedad por la sangre. En la antigüedad, la terapia médica, para la anemias, incluía beber sangre de otro tipo de animales; pero, lo cierto es que los jugos digestivos lo acaban destruyendo y para tener algo de beneficio y que pueda absorberse una mínima parte del grupo Hemo, el paciente debería ingerir más cantidad, eso sí, a través de la vía intravenosa.
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La porfiria y el vampirismo (II)


A causa de lo que hemos dichos, en un artículo anterior, sobre la porfiria y la gran fotosensibilidad que se produce, a causa de la misma, se van a producir una serie de cambios. Cuando una persona que sufre la enfermedad, tiene contacto con la luz solar, va a sufrir un fuerte enrojecimiento, la piel se agrieta y sangra, se forman ampollas que se van a infectar, de una manera bastante rápida, lo que va a causar erosione y úlceras, que, en el momento de cicatrizar, van a dejar marcas e, incluso, pueden llegar a quedarse deformaciones en la zona, que se ve afectada. Por otro lado, el organismo, en un intento de poder proteger la piel del sol, va a desarrollar hirsutismo o un crecimiento anormal del vello en la frente, en los pómulos y en las extremidades y en algunas zonas que son inusuales, como pueden ser las palmas de las manos. Estos rasgos, por ejemplo, los encontramos en la novela de Drácula de Bram Stoker.
-Sufren de deformidades faciales, que se conocen como “Facies vampíricas”. Se produce cuando hay lesiones faciales, que son extensas, recidivantes y mutilantes, que pueden llegar a destruir los labios (podrían llegar a dejar la dentadura al descubierto, dando la apariencia de que los dientes son mucho más grandes, que unos dientes normales), los cartílagos de la nariz, lo que va a dejar los agujeros nasales al descubierto, de manera frontal. También, sucede en los auriculares, lo que va a dar, a las orejas, una apariencia puntiaguda.
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La porfiria y el vampirismo


Sobre todo, debemos hablar de la porfiria eritropoyética congénita o enfermedad de Günther, que es producida por una anomalía genética y es hereditaria, que se ha conocido, de manera popular, como “enfermedad de los vampiros”. Pero, aunque es una enfermedad rara y muy llamativa, no sirve para poder explicar los casos, de tipo epidémico, que tuvo lugar de vampirismo, ya que es muy poco frecuente o es muy raro que se diagnostique. Dicha enfermedad se caracteriza, desde un punto de vista bioquímico, por una alteración genética de la actividad de la enzima, que se encarga de metabolizar las porfirinas, pigmentos que son precursores del grupo Hemo, que es un componente de la hemoglobina, que se va a encargar del transporte del oxígeno en la sangre y le da su típico color rojo. Esta enfermedad va a tener un resultado: una acumulación, de forma excesiva, en los tejidos de dichas sustancias, lo cual se va a manifestar, desde un punto clínico, a través de una serie de síntomas, signos y complicaciones, que van a coincidir con las características que diferenciaban a los vampiros, teniendo el folclore como base. Estas características son:
→ Gran fotosensibilidad: A través del depósito de porfirinas en la piel va a producir una hipersensibilidad a la luz de 400 o más nm de longitud de onda, lo que va a provocar un proceso de producción de peróxidos que, a llegar a liberarse el oxígeno atómico en los tejidos, va a provocar la destrucción de la célula.
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