A lo largo de toda la historia de la humanidad, descubrimos distintos puntos de vista del mito, que encontramos tanto en la mitología como en la propia tradición de pueblos que son muy distintos entre sí. Los encontramos en la Mesopotamía, en la judía, la griega o la romana, en cuentos populares que trataban la existencia de seres demoníacos o seres que necesitaban sangre para poder vivir. Estos serían los antecedentes de los vampiros que conocemos, hoy en día. Y, es que la idea que tenemos del vampiro proviene del s. XVII, en la zona suroeste de Europa, que se descubrió en distintas tradiciones, de forma oral, en esta zona. En la mayor parte de los casos, nos encontramos con que los vampiros son seres no muertos, con una serie de características malvadas, víctimas de suicidio o de poderosas brujas. Pero, por otro lado, pueden ser creados a causa de que el cadáver ha sido poseído por un espíritu maligno o, por que le ha mordido por otro vampiro. En algunos momentos, llegó tal el nivel de la creencia en ellos, que tuvieron lugar ejecuciones públicas de personas que fueron acusadas de vampiros, sin tener suficientes pruebas que corroboran eso.
Muchos especialistas consideran que el mito del vampiro está tan arraigado por una razón: trata elementos provenientes, ya, de la antigüedad y que se encuentran en nuestro inconsciente colectivo -como la muerte o las enfermedades-. Además, desde el punto de vista del psicoanálisis, el vampiro es el mejor ejemplo de la sublimación del narcisismo y del complejo de castración, además de poseer una fuerte dosis de sexualidad.
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