Fue
a mediados del siglo XIX, cuando el Realismo narrativo desembocó, a
través de la obra de Zola, en el movimiento naturalista, que es un
método empírico de llevar a cabo el análisis de la sociedad,
exhibir todos y cada uno de sus defectos y corregirlos. En la
Literatura Española, su representante más importante fue Emilia
Pardo Bazán (1851- 1921), aunque su naturalismo se haya mantenido
moderado por su ideario basado en el cristianismo, hasta llegar al
punto de que, en algunas de sus creaciones, no aparece por ninguna
parte. Es lo que sucede en su entretenido relato, de extensión
corta, El vampiro, que se publicó, en el año 1901, en el que se
muestra un problema social, que ya fue denunciado un siglo antes, por
parte de Moratín: el matrimonio de conveniencia entre un hombre
viejo y una muchacha joven. Pero, gracias a la genialidad, a la hora
de escribir, que la Condesa Pardo Bazán se adelantó a la sociedad,
que le tocó vivir, relatándonos lo que se conoce como historia
gótica, aunque el protagonismo no es un seductor bebedor de sangre
de las personas cercanas, sino un individuo que absorbe la energía y
la vitalidad.
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