La
homosexualidad, en las novelas de vampiros, es un recurso que se
suele emplear, tanto en la literatura, como en el mundo del cine, que
hunde sus raíces en la literatura, que se ha escrito durante el
siglo XIX, y que emplea la figura del vampiro como un icono de la
sexualidad, más transgresora y depredadora. En cierta manera, el
vampiro se percibe como una metáfora de lo que es la homosexualidad,
en la que el no muerto es una criatura, que posee una apariencia
humana, pero que se ve obligado a ocultar su verdadera naturaleza,
para poder evitar el rechazo y la persecución, en medio de la
sociedad que le ha tocado vivir. A lo largo del siglo XX, a medida
que la figura del vampiro se va humanizando, dicha metáfora
transgresora va a ir desapareciendo, de manera gradual y la
homosexualidad vampírica va a ir adquiriendo cualidad parecidas a
las que tiene la orientación sexual del ser humano. Las primeras
connotaciones, que se tienen, homosexuales de la figura del vampiro,
las encontramos en una época muy temprana. A partir de la macabra
leyenda, llena de morbo, de la condesa Erzébet Báthory.
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