jueves, 26 de julio de 2012

La homosexualidad en las novelas de vampiros (II)



Hay que recordar que la leyenda de la condesa Erzébet Báthory, que según las acusaciones que recibió, secuestraba a jóvenes doncellas, para poder bañarse en su sangre y lograr, de esta manera tan brutal, lograr conservar su juventud y belleza y según una serie de aportaciones, que se realizaron, de manera posterior, por un sádico placer sexual. Las primera vampiras, que nos encontramos a lo largo del siglo XIX, a menudo, están inspiradas en su figura, además de que tenían un marcado comportamiento lésbico. En el poema Christabel (1797) de Samuel Taylor Coleridge, la protagonista se va a ver seducida por la vampira Geraldine, una preciosa hechicera que le convence de que vaya a dormir en su alcoba. Este poema y otros relatos, donde nos vamos a encontrar con vampiras femeninas, llega a su culminación en Carmilla (1872) de Joseph Sheridan Le Fanu, donde la figura de la mujer vampiro logra una naturaleza totalmente seductora y depredadora.” A veces, luego de un lapso de apatía, mi extraña y hermosa compañera solía tomar mi mano y retenerla con un cariñoso apretón reiterado una y otra vez; se ruborizaba suavemente, me miraba a la cara con ojos lánguidos y ardientes y respiraba tan rápido que su vestido ascendía y descendía al compás de la agitación. Se parecía a la pasión de un enamorado; me perturbaba sobremanera; era odioso y, sin embargo, arrollador; y con ojos empañados me estrechaba contra ella y sus cálidos labios cubrían mis mejillas de besos. En tales circunstancias susurraba casi sollozando:-Tú eres mía y serás mía, y tú y yo hemos de ser una sola para siempre. ('Carmilla, Capítulo 4)
Foto: fuente

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