Pero,
más allá de la superstición popular, sobre lo que era un vampiro,
nos encontramos con las tradiciones folclóricas, que nos encontramos
en Europa Occidental, donde había un ambiente, muy propicio, que
favorecía que la leyenda se perpetuase. Nos encontramos con baladas
y canciones, que eran anónimas, que ya evocaban sus hazañas en las
tierras de los países de Europa Oriental, cuando la histórica
revista científica alemana Der Naturfoscher, que era editada en
Leipzig, por parte de Christlob Mylius, que logró consagrar, en el
año 1748, en un número, al fenómeno que se conocía como
“vampirismo” y que publicó, al lado de una traducción de la
“Carta 125” de Marqués d´Argenes, un poema, en lengua alemana,
de Heinrich August Ossenfelder, que es considerado, hoy en día, el
primer texto literario, que lograba abordar el tema de los vampiros,
pero dentro de los cánones de la poesía popular. Eso sí, el
vampiro no buscaba referirse, en todo caso, la historia de ningún
muerto viviente, sino la de un valiente amante que, tras haber sido
rechazado por una joven muy piadosa, la amenaza, de una manera muy
pícara, con convertirla en un vampiro, como ha hecho con los
campesinos de Hungría y vengarse de su amada, visitando su
habitación, por la noche, para poder demostrarle que su amor era
mucho más fuerte que las enseñanzas cristianas, que había recibido
por parte de su madre.
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