A lo largo de la historia, nos encontramos con diferentes casos documentados, de personas que sentían verdadera atracción por la sangre, lo que hacía que sus conductas se confundieran con las de un vampiro. La compulsión que lo caracterizan sólo se podían explicar, desde un punto psiquiátrico, al no encontrarse un sustrato infeccioso o somático, como en las enfermedades que hemos tratado en otros artículos. La mayoría de los diagnósticos, por parte de los psiquiatras forenses y expertos en criminalistica, eran psicosis y esquizofrenia; a la hora de explicar la conducta vampírica de personajes históricos, que no fueron mitos, sino reales. En la mayoría de los casos, nos encontramos con asesinos en serie, como fue el caballero Gilles de Rais o la condesa Erzsébet Báthory o criminales más contemporáneos. Pero, en los últimos tiempos, hay nuevas propuestas de clasificación, de una serie de transtornos mentales, que están relacionados con la sexualidad o de las parafilias, que hacen que el vampirismo tenga una categoría particular, deslindando y diferenciando este tipo de transtornos, con otro tipo de filias, como son la necrofilia o el sadismo, para poder explicar y describir mejor este tipo de conductas criminales, que estaban motivadas por el placer libidinoso, que estaban derivados por la visión, por el contacto o la bebida de sangre de sus víctimas.
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