A lo largo de los siglos, han existido una serie de enfermedades que, por desconocimiento de las personas, por la falta de conocimientos y por las ideas religiosas, eran confundidas con el vampirismo, como podían ser:
→ La peste. La peste es una enfermedad infecciosa, que es producida por la Yersinia pestis y que es transmitida por las pulgas de las ratas y otro tipo de roedores, lo que hace que sea mucho más fácil que se pueda explicar, que la epidemia de peste, durante la edad media, se pudiera confundir con una epidemia de vampirismo. Este fenómeno, por ejemplo, se describe muy bien, como trasfondo de la historia principal de un vampiro en obras de séptimo arte, como puede ser Nosferatu de Murnau o de Herzog. A lo largo del siglo XIV, sobretodo en la zona de Prusia oriental, Bohemia y Silesia, para poder evitar el contagio de víctimas de la enfermedad, se decidía enterrar a las víctimas, de manera prematura, sin que se hubiera constatado la muerte clínica. Muchas de las víctimas, incluso, eran enterradas vivas, lo que hacía que sufrieran una larga y dura agonía. Se realizaban heridas, a sí mismos, en un intento de escapar de las tumbas, donde eran enterrados. No era raro, de esta manera, que en el momento de la exhumación se encontrasen cadáveres conservados y que tenían manchas de sangre, lo que hacía que la imaginación supersticiosa creara la idea de que tenían la condición de vampiros.
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