domingo, 22 de abril de 2012

Vampiro y literatura (II)



Si hablamos de la figura del vampiro, en el arte de la literatura, no podemos olvidarnos de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu, que fue muy influyente, dentro del género, así como para poder perfilar lo que es la imagen del vampiro gótico. Pero, sin duda, la gran obra maestra y la obra más completa, dentro del género, es Drácula de Bram Stoker (1897). A partir del siglo XX, las historias de vampiros se hicieron muy populares, se fueron diversificando. Incluso, se fueron aportando nuevos elementos, entre los cuales nos encontramos con algunos, que son de otros géneros, como son las novelas de suspense, ciencia ficción, fantasía y otro tipo de géneros, que eran mucho menos habituales. No sólo nos encontramos con las tradicionales criaturas no muertas, que eran bebedoras de sangre, el vampirismo fue extendiéndose, hasta llegar a otros seres como son los alienígenas o, en algunos casos, en animales. En algunas obras, los “vampiros” de ficción se llegan a alimentar de energía vital, que reemplaza la función de la sangre. La literatura del vampiro hunde sus raíces en la histórica “fiebre del vampirismo” que se vivía en Europa, durante los primeros años del siglo XVIII, sobre todo, en el período entre 1720- 1740. En varios ámbitos, se empiezan a circular historias bastante extrañas, sobre exhumaciones de vampiros, ante testigos académicos y jurídicos, que buscan confirmar, en distintos lugares de Europa Occidental, como fueron Peter Plogojowitz y Arnold Paole, en tierras serbias, a lo largo de los años de gobierno de la dinastía de los Habsburgo.
Foto: fuente

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