Ese mismo año, Mehmed II, un hombre que era conocido por que sentía verdadera repugnancia por la sangre, tuvo que retroceder, cuando estaba a punto de invadir Targoviste y volvió a Estambul, a causa de los violentos vómitos que sintió, cuando descubrió el Bosque de los Empalados. Este bosque era un valle donde se habían talado todo los árboles, para poder colocar estacas. Para que nos imaginemos cual fue su situación, Vlad Tepes había llegado a empalar a más de 23.000 personas, entre prisioneros turcos, rumanos, húngaros, colonos alemanes, búlgaros... y sus familiares. Todos los cuerpos estaban repartidos, en los alto de los palos, por todo este valle. Gracias a todas estas acciones, Vlad decidió cruzar el Danubio y entrar en territorio otomano, donde logró derrotar a las tropas turcas. El 11 de enero de 1462, Draculea mandó una misiva a Matías Corvino, donde le informaba de una suma, total, de las cabezas de 24.000 enemigos, a los que debía sumar a aquellas personas que murieron en los incendios de sus casas, cuyos cuerpos no pudieron ser rescatados. Y, junto con la carta, le mandó dos sacos llenos de orejas, narices y cabezas de las víctimas. Esto provocó el terror entre los turcos, lo que hizo que buen parte de la población musulmana de Estambul diera el paso de abandonar la ciudad, por terror a Vlad, a que lograra conquistarla -que contaba con el apoyo de muchos habitantes que estaban deseando volver a la etapa del esplendor bizantino-.
Foto: fuente
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