Durante el Siglo de las Luces, se empezó a propugnar el éxito de la razón y el desprecio hacia las supersticiones. Durante esta época se empezó a desvirtuar las leyendas que trataran la figura de los vampiros. Así, en 1746, el fraile benecditino, Augustin Calmet, lanzó su obra "Dissertations sur les apparitions des anges, des démons & des esprits et sur les revenans et vampires de Hongrie, de Boheme, de Moravie & de Silesie..." ( que es más conocido como “Tratado sobre los vampiros”), con la idea de poder desacreditar el mito, teniendo como base los argumentos cristianos. Pero, durante estos años, nacieron otras obras que buscaba terminar con el mito del vampiro, bajo la sombra de la Ilustración; pero, su efecto final fue el contrario: el pueblo creía, cada vez más, en la existencia real de estos seres. Incluso, el español Benito Jerónimo Feijoo, en su obra "Reflexiones críticas sobre las Disertaciones, que en orden de Apariciones de Espíritus, y los llamados vampiros, dio a luz poco ha el célebre Benedictino y famoso expositor de la Biblia D. Agustín Calmet" llega a criticar la existencia de estos seres: "Por otra parte, pretender que por verdadero milagro los "Vampiros", o se conservan vivos en los sepulcros o, muertos como los demás, resucitan, es una extravagancia, indigna de que aún se piense en ella. ¿Qué fin se puede imaginar para esos milagros? ¿Por qué se obran sólo en el tiempo dicho? ¿Por qué sólo en las regiones expresadas? Se han visto resurrecciones milagrosas. Y no sólo se deben creer las que constan en la escritura, aunque no tengan el grado de certeza infalible que aquellas. Pero en esas resurrecciones se ha manifestado algún santo motivo, que Dios tuvo para obrarlas. En las de los "Vampiros" ninguna se descubre".
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