Todo lo que hemos dicho, anteriormente, hizo que la gente pensara que el joven se había convertido en un vampiro y decidieron clavarle una estaca en su corazón, lo que provocó que el cuerpo reaccionara con gruñidos y sangrando. Para terminar, dieron el paso de quemar su cuerpo. Hicieron lo mismo con las cuatro victimas, supuestamente, de Paole. Según Myring la existencia de sangre, en todas las cavidades del cuerpo del supuesto vampiro, había sido provocado por la costumbre de enterrar a los, que se pensaba, que serían vampiros, boca abajo. En ocasiones, se clavaban las extremidades del cadáver al fondo del propio ataúd, lo que provocaba que se acumulara la sangre, en aquellas partes del cuerpo, que estaban más cerca del suelo y que se pudiese llegar a derramar, por las aberturas del ataúd, si se giraba el cuerpo del cadáver.
El segundo brote tuvo lugar durante el otoño del año 1731. Entonces, tuvo lugar una nueva epidemia, en la que, en muy pocas semanas, murieron más de diez víctimas. En ocasiones, entre una y otra muerte, sólo pasaban unos días, sin que hubieran sufrido señales previas de algún tipo de enfermedad. Entonces, los aldeanos decidieron pedir ayuda al propio emperador Carlos VI, a través de un escrito, que iba dirigido al oberstleutnan Schnezzer, que estaba en la ciudad de Jagodina, que decidió mandar a un especialista en enfermedades contagiosas, Glaser, que estaba en la ciudad próxima de Paracin.
Foto: fuente
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